Las etiquetas en el entorno educativo

Recuerdas que te decían de pequeño?

Cuáles eran las etiquetas que te ponían?

Los educadores, los padres, los grupos de amigos y en general la gran mayoría de las personas, estamos acostumbrados a confundir la identidad con todos los niveles lógicos de la persona, con la conducta o comportamiento, las capacidades o habilidades, o con los valores o las creencias.

Ejemplos como:

“Eres español” —> confundimos la Identidad con el Entorno

“Eres desordenado” —> confundimos la Identidad con una Conducta

“Eres musulmán” —> confundimos la Identidad con las Creencias

“Eres muy familiar” —> confundimos la Identidad con los Valores

Como educadores, debemos estar atentos a la forma en cómo nos referimos tanto hacia nosotros mismos como hacia a los demás y en especial a los niños que son personitas en vía de desarrollo que están continuamente absorbiendo aquello que les decimos.

Al usar el verbo SER cometemos el error de dirigirnos de forma distorsionada hacia el otro o hacia nosotros mismos creando etiquetas que muchas veces pueden limitarlos ya que terminan integrándose en la personalidad de la persona como parte de su identidad.

Cuando le decimos a una niño “Eres listo”, reforzándolo cada vez que saque una buena nota lo que sucede es que se autogeneran expectativas muy altas en el niño, puede que este se crea listo en todo pero no llegue a sacar 10 en todo, por lo que puede mermar su nivel de autoestima, alterar su percepción sobre complacer a sus progenitores y también puede mermar su gestión de la frustración a la hora de no obtener la máxima nota.

Otro ejemplo es cuando le decimos al educando:

“Eres desordenado” aquí estamos hablando de un comportamiento que puede variar dependiendo de las circunstancias, y al decirlo el niño lo termina creyendo, reafirmando su comportamiento, además de ser afirmaciones auto cumplidas ya que si el niño cree que es desordenado, naturalmente tendrá comportamientos desordenados.  Además pueden perdurar en el tiempo este tipo de etiquetas limitando la expresión de la persona como Ser que es.

Podemos cambiar la forma en cómo nos comunicamos expresando la crítica en primera persona.

Por ejemplo:

En vez de decir al hijo o educando: “eres desordenado” podemos describir aquello que observamos, lo que sentimos, expresamos nuestra necesidad y hacemos una petición.

Podríamos decirle:

Veo que tus juguetes están regados en el suelo del salón, los cuales no estás usando porque estas viendo la tele, siento frustración cada vez que sucede esto, necesito que el salón esté ordenado cuando yo me encuentre para poder disfrutar del espacio también, podrías recoger los juguetes y ponerlos en su lugar cuando termines de jugar con ellos?”

De esta forma le explicamos al niño nuestra necesidad sin atacar su identidad o etiquetarlo y te puedo asegurar que su disposición será muy distinta y lo más probable es que colabore y comprenda tus motivos y necesidades.

La forma en cómo nos comunicamos es clave para fortalecer nuestra relación con nuestros hijos o educandos.

Al comunicarnos asertivamente, los niños aprenderán a hacerlo de la misma forma, pudiendo paulatinamente expresar sus necesidades y emociones ya que, los padres y personas de referencia son su modelo a seguir y aprenden al observarnos.

Sin embargo, debemos chequear también la forma en cómo nos hablamos a nosotros mismos, y si es necesario hacer un ajuste, partiendo de adentro hacia afuera.

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