Congruencia en el entorno educativo
Llamamos Congruencia al estado donde las palabras, el tono de voz, el lenguaje corporal y las acciones transmiten el mismo mensaje, son complementarias y coherentes.
"Las palabras que salen de la boca, llegan al oído. Las palabras que salen del corazón, llegan al corazón"
Cuando sentimos congruencia o coherencia con nosotros mismos, y los demás también perciben esa coherencia, se genera una buena dosis de veracidad.
Cuando somo padres o educadores y somos congruentes con lo que decimos, sentimos y hacemos, nuestros hijos o educandos, lo perciben de lleno y les genera confianza, posicionandonos en el lugar que nos corresponde como educadores y ser un ejemplo para ellos modelar. Ellos aprenderán a ser congruentes consigo mismo.
La Incongruencia se percibe cuando una persona envía multiplicidad de mensajes opuestos.
Si hay alguna incongruencia con lo que digo, siento y hago, seguramente hay una lucha interna, un desajuste interno que habrá que equilibrar.
Cuando somos incongruentes, los demás lo perciben y se genera desconfianza no sólo en los demás, sino también a nivel inconsciente, de uno mismo.
Padres o educadores incongruentes tienen hijos o educandos desconfiados e incongruentes.
Si tú le dices a tu hijo o educando que no utilice el móvil mientras está comiendo o hablando, porque es de mala educación e interrumpe la comida familiar o conversación, y él ve que tú contestas a un mensaje o coges una llamada:
¿Qué crees que pensará?
¿Confiará en tus indicaciones?
Las mayores incongruencias las tenemos con nosotros mismos. Y van muy relacionadas de hacer cosas que no sientes o van en contra de ti mismo o de tus valores fundamentales.
Esto finalmente genera sentimientos de estrés, ansiedad e incluso depresión.
Es fundamental pararse a pensar y hacerse preguntas:
¿Lo que hago y lo que digo, es lo que realmente siento?
¿Y está alineado con mis valores fundamentales?
Y si se detecta una incongruencia es importante preguntarse:
¿Para qué estoy haciendo esto?
Resulta de gran importancia reconocer nuestras incongruencias para poder abordarlas y a su vez generar vínculos más honestos y coherentes con nuestros hijos o educandos.